Ayer ví “Un buen año”, de Ridley Scott, una comedia pasable pero sin pretensiones, nada del otro mundo. Max (Russel Crowe) es un banquero estresado que hereda un viñedo, con su finca, en Francia. En ella pasaba temporadas cuando era niño y su tío Henry le daba lecciones morales mientras jugaban al tenis.
La película mezcla el presente con los recuerdos de Max, que de pequeño era una especie de repelente niño Vicente con gafas de empollón y todo. Adulto, tampoco mejora. La verdad que ver a Crowe haciéndose el despistado, mirando con ojos golosones a todas y cada una de las actrices que aparecen, y que no le hacen mucho caso, o directamente haciendo el ridículo, como en la escena de la piscina, da un poco de grima. Crowe, que no hace tanto tiempo era el galán de Hollywood, un gladiador sex-symbol que lideraba un grupo de rock, que se liaba a hostias con cualquier fotógrafo entrometido... hace un ejercicio de autoparodia, aunque finalmente salva los muebles y pilla cacho.
La verdad que la peli tiene un par de puntos. Max, en plan súper tiburón financiero, acaba de ganar 70 millones de dólares en una operación bursátil, y sale –como debe ser- el último de su oficina. El portero del edificio, haciéndose el simpático, le pregunta, por si cae algo: Señor Skinner, algún consejo? Sí, le responde, nunca acaricies a un perro en llamas.
La película mezcla el presente con los recuerdos de Max, que de pequeño era una especie de repelente niño Vicente con gafas de empollón y todo. Adulto, tampoco mejora. La verdad que ver a Crowe haciéndose el despistado, mirando con ojos golosones a todas y cada una de las actrices que aparecen, y que no le hacen mucho caso, o directamente haciendo el ridículo, como en la escena de la piscina, da un poco de grima. Crowe, que no hace tanto tiempo era el galán de Hollywood, un gladiador sex-symbol que lideraba un grupo de rock, que se liaba a hostias con cualquier fotógrafo entrometido... hace un ejercicio de autoparodia, aunque finalmente salva los muebles y pilla cacho.
La verdad que la peli tiene un par de puntos. Max, en plan súper tiburón financiero, acaba de ganar 70 millones de dólares en una operación bursátil, y sale –como debe ser- el último de su oficina. El portero del edificio, haciéndose el simpático, le pregunta, por si cae algo: Señor Skinner, algún consejo? Sí, le responde, nunca acaricies a un perro en llamas.
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