"Nos vamos a Las Vegas", acordamos. "Nos casamos". Aquel día lo pasamos en la carretera. Llegamos al hotel y nos desvestimos. Teníamos sueño. Amaneció y nos pusimos de nuevo en marcha. Viaje y más viaje. Piedras y pedruscos. Señales y buitres grises. Atardeció y llegamos de nuevo al motel. "Friedrich", dije, "¿No acabamos de recorrer setecientos kilómetros hoy?". Friedrich bostezó: "Sí". "Entoces", dije yo "¿Por qué pasamos la noche en el mismo motel?" Fijate, el cuadro es el mismo, la alfombra, la cama,todo. Incluso el recepcionista me ha parecido el mismo que el del motel anterior". Friedrich bostezó nuevamente: "Tranquila", dijo, "yo sé lo que me hago". Y nos dormimos. A la mañana siguiente reanudamos el viaje. Yo no decía nada. Pero estaba segura de que todos esos cactus los había visto antes. Y el paisaje no cambiaba nunca, y atardecía siempre sobre aquel bonito motel en el arcén de una carretera repetida. "Friedrich", decía yo, "¿verdad que nos casaremos?". "Sí", contestaba él, "Cuando lleguemos a Las Vegas".
lunes, 18 de diciembre de 2006
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1 comentario:
Me ha gustado el relato. Es cautivador (¿vale poner esto para decir que atrapa?). Sencillo pero completo. Y no sé si es ilustrativo, si tiene una intención alegórica.
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