lunes, 23 de abril de 2007
¿ME RECUERDAS?
La publicidad recurre a gente famosa para que protagonice sus campañas. Está comprobado que valoramos mejor los productos anunciados por ellos, ya que tenemos la percepción de que son más dinámicos, más atractivos, y atribuimos también esas cualidades a los productos que promocionan. Los héroes postmodernos, los futbolistas, anuncian natillas, medicamentos contra la impotencia... Algunos brillantes creativos publicitaros se dieron cuenta de que resultaría más chocante, y por tanto llamativo, que fueran algunos segundones, como el utillero del Eibar, quienes protagonizaran, por contraste, algunos anuncios. Ahora, en una nueva vuelta de tuerca, ciertos futbolistas retirados, como Amunike, el Mono Burgos o Prosinecki han aceptado volver a ser populares de aquella manera.
Robert Prosinecki protagoniza, en plan anti estrella, un anuncio divertido y original, una parodia de sí mismo. El futbolista sonríe a la cámara mientras presenta un muñequito horroroso que se le parece. Al pulsar un botón, el muñeco “se lesiona como siempre” y al pisar el césped “se cansa y se desmaya”. Prosikito alterna dos frases a cual más acertada teniendo en cuenta su trayectoria: “¡Vámonos de fiesta!” y “¡Todas para mí!”. Pero cuidado, Prosinecki vino al Madrid después de haber sido el líder absoluto del Estrella Roja de Belgrado. Mediocentro elegante, técnico, gran pasador y muy hábil con el balón, se consagró a los 21. En la Liga española tuvo mala pata. O estaba lesionado o su juego resultaba decepcionante. Empezó a salir de noche, a tomar copas, a no cuidarse y llegar a los entrenamientos con la ropa del día anterior. La televisión le sacó fumando en el banquillo, cuando ya jugaba en el Oviedo. Incluso llegó a reconocer que después de marcar un gol, lo que más le apetecía era “un marlboro”. A los cracks como él se les permitían algunas licencias. Millonario, famoso e igualito a Klaus Kinski (otro feo sentimental), yo le imagino acodado en la barra de la discoteca de moda, mostrando su mejor sonrisa y lanzando guiños a las Nurias Bermúdez de los noventa. La prensa madrileña le cogió el punto irónico, y hasta Chiquito de la Calzada le sacó un chiste: “Tienes más fisuras que la rodilla de Prosinecki”. Él se lo tomaba con humor, hasta el punto de recibir con exquisita deportividad el dudoso galardón de jugador más feo de la Liga.
Prosinecki fue elegido mejor jugador de la Copa del Mundo juvenil en 1987, la que ganó con Yugoslavia. Después, con el Estrella Roja de Belgrado, consiguió una Copa de Europa, la única en la historia de ese club. En el Madrid no llegó a ser la figura que se esperaba, tal vez porque estaba acostumbrado a ser el “jugón” en sus equipos, que los demás jugaran para él. En el Oviedo, adonde se lo llevó Antic, hizo una buena temporada porque por él pasaban todos los balones. Un año después, otro fumador empedernido, Johan Cruyff, se lo llevó al Barça, confiando en sacar del jugador más de lo que había conseguido el eterno rival, pero tampoco tuvo demasiado éxito. Prosinecki ya nunca volvió a ser el mismo que cuando jugaba con Boban, Suker o Mijatovic. Sorprendentemente, casi de vuelta del fútbol, contribuyó a que Croacia consiguiera el tercer puesto en el mundial de Francia '98, encabezando un equipo de veteranos al borde del retiro.
Otros anti-ídolos futbolísticos se han apuntado a los anuncios. Será por la pasta o para ser recordados aunque sea de broma, pero demuestran un gran sentido del humor. Primero fueron obsequiados con quince segundos de fama secundarios como John Bonello, el portero de Malta que encajó 12 goles contra España. Luego se optó por recuperar del olvido a futbolistas que no llegaron tan lejos como se les pronosticaba, y así Amunike, que pasó de la selección de Nigeria a suplente del Barça, enseña a sacar de banda a ritmo de rap, “Amuní, amuní, amuní...”. Al fin llegó Prosinecki. Un trío de animadoras canta “Super, super boy”. Prosikito sonríe torciendo su prominente mandíbula y musita: “He visto una discoteca, me bajo aquí”.
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